


El Espíritu del DEPORTE
Como muchos deportes en el mundo, el Jugger comparte la peculiaridad del “buen Espíritu Deportivo”. El respeto mutuo entre los rivales, el equilibrio entre la competición deportiva y lo que va más allá. Un jugador no puede ganar un partido; un equipo no puede ganar si no tiene un rival. Son ideas que intentamos implantar desde los inicios de nuestra práctica deportiva.
Al ser un deporte donde tantas personas entran en juego a la vez (a diferencia de otros en los que sólo interactúan los jugadores en contacto con el balón y poco más alrededor de éste), ha de ser honesto y leal por encima de todo, por lo que se inculcan valores de respeto, similares a los que pueden tener otros deportes de contacto.
Una cita de uno de nuestros jugadores, refleja lo que a continuación queremos mostrar: “El Jugger es, y debe seguir siendo, un deporte de los selectos, de los mejores. No tanto en lo físico como en lo espiritual y moral. El jugador debe perder como si le resultase agradable y ganar como si estuviera acostumbrado a ello”, de Álvaro Vicente -Plan B-.
Ciertamente, sin esa educación que tanto esfuerzo ponemos en enseñar, el Jugger dejaría de ser el deporte que amamos y por ello, ponemos todo nuestro empeño en una buena práctica deportiva, meta que deseamos alcanzar tanto en el individuo, como en el equipo.
Ganar puede ser una meta, pero nunca un fin por sí mismo. Prima “el buen deportista”, que busca la participación, la mejora y la diversión por encima del resultado final de la competición, dar el 100% de tu capacidad, no sólo por uno mismo y por su equipo, sino también por el favor que se ha compartido con los rivales en el campo. Jugar de forma justa y siguiendo las reglas.
La deportividad va más allá de cualquier competición; es un modo de vida que hay que llevar a los hombros, independientemente de si uno mismo se encuentra en la cancha o fuera de ella.